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Jimena Franco participó en el Plantón Trans. Foto: Fabiola Pomareda |
Por: Fabiola Pomareda/ pomaredafabiola@gmail.com
Artículo
publicado originalmente en el Tico Times:
Numerosos
costarricenses transgénero se enfrentan al mundo con un nombre que no es el que
les dieron al nacer, y quieren que el estado les reconozca sus nombres actuales.
Karolina
Malone Esquivel tiene 24 años y contó a Tico Times que empezó su transformación
de hombre a mujer a los 14 años. Pero desde que salió de la secundaria le ha
sido imposible conseguir trabajo.
“He
dejado curriculums, he ido a todos lados y nunca me han llamado”, dijo.
Ella
forma parte de la población transgénero que está exigiendo al estado
costarricense que les permita el cambio de nombre.
En
el país cualquier persona puede cambiarse el nombre a través de un trámite burocrático
simple en el Registro Civil, siempre que se lo cambie a un nombre que
corresponda con el género que se le asignó al nacer. Por esta razón las
personas transgénero no pueden realizar el trámite normal y gratuito. Los que
han conseguido cambiar su nombre lo han hecho pagando un alto monto a abogados
privados que han interpuesto recursos en los juzgados y han llevado casos
particulares a través de largos y complicados procesos judiciales.
El
pasado 28 de agosto al mediodía, Esquivel llegó al frente del Tribunal Supremo
de Elecciones (TSE) muy arreglada, con un pelo color miel con rayitos café
oscuro, cuidadosamente planchado y peinado, unas largas pestañas y un
maquillaje de revista. Vistiendo unos jeans y una camiseta verde, la joven
participó junto a otros transgénero en el “Plantón Trans por el Derecho al
nombre”, frente al edificio del TSE, por encontrarse allí el Registro Civil.
“Nos
ponen barreras, porque digamos, yo me puedo poner Luis, o Carlos, o Pedro; pero,
o sea, yo no me siento con un género masculino. Yo necesito un nombre femenino
que vaya con mi imagen”, aclaró Esquivel.
En
su cédula la joven aparece con su nombre de nacimiento en masculino, su
fotografía con imagen femenina, y en el apartado “conocido como” sale su
nombre, Karolina. No obstante, ese nombre no le sirve para ningún trámite o
compra.
Al
usar en sus documentos un nombre que no concuerda con su imagen, estas personas
sufren dificultades de acceso al sistema educativo y laboral y enfrentan
discriminación.
Esquivel
explicó que en el trabajo, por ejemplo, los transgénero son vistos con morbo o
como “indeseables”. Igualmente en el sistema educativo o en el sistema de
salud.
“Cuando
usted está en el seguro (Caja Costarricense del Seguro Social), por ejemplo,
que la llaman durísimo, frente a todo el mundo. Todas esas cosas son humillantes
para una, que se ve diferente a como se llama”, afirmó Esquivel.
“Entonces
al tener un nombre precisamente no importa si usted es transexual o no. Usted
se identifica como usted es. No es algo incongruente”, añadió.
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Varias personas acudieron el pasado 28 de agosto a mostrar su apoyo a la comunidad transgénero. Foto: Fabiola Pomareda |
El
“Plantón Trans” fue convocado por la organización sin fines de lucro Transvida.
Su presidenta, Dayana Hernández, declaró que tener un nombre acorde con la
identidad es un derecho de todos los seres humanos y que les interesa sensibilizar
a la ciudadanía de que tener un nombre propio es algo que no puede negársele a
nadie.
Otra
transgénero es Pamela Fernández, quien argumentó que la barrera que representa
el nombre también tiene un impacto emocional, por ejemplo, ya sea en la
escuela, el colegio o la universidad. “No somos llamadas como preferimos, como
nos identificamos, como nos sentimos, lo que hace que nos sintamos humilladas”,
explicó.
Y
agregó que también tiene un impacto económico, tanto a nivel individual, como a
nivel país.
“La
población ´trans´ no es muy poca. Como ven, hay muchas chicas ´trans´ y chicos ´trans´
y se nos impide trabajar.
Entonces
esto hace que nuestra situación económica sea mala”, comentó.
Esquivel,
por su parte, dijo: “Casi todas se ven obligadas a la prostitución y esa no es
una manera que la mayoría quiere. La mayoría quiere algo diferente, algo más estable,
no estar aguantando frío ni corriendo peligro.
Hace
tan sólo dos meses Esquivel se matriculó en una universidad capitalina, donde
cursa administración de recursos
humanos. “Digo, como no me han contratado a mí, algún día yo contrataré”.
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Dayana Hernández, presidenta de Transvida e incansable luchadora. Foto: Fabiola Pomareda |
Según
Transvida, ocho 8 personas transgénero que integran la organización solicitaron
el cambio de nombre en los Tribunales de Justicia hace tres meses; pero no ha
pasado nada; más bien han sido discriminados y sus casos no han avanzado.
Esquivel
contó que la única manera de que el Registro Civil acceda a cambiar el nombre
en la cedula es por orden de un juez, por lo que la comunidad transgénero
organizada buscó la ayuda de centros jurídicos (abogados públicos). Hasta ahora
éstos han llevado el caso a tribunales en Desamparados y San José y quieren
llevarlo a Guadalupe, a ver en cuál de esos juzgados les beneficia la justicia.
Algunas
personas ´trans´ han logrado cambiar sus nombres a través de servicios legales;
pero son muy costosos.
Para
Fernández, “muchas veces eso es lucro”. “Muchos abogados saben el procedimiento
que hay que hacer para cambiar el nombre y lo hacen cobrándole a las chicas
sumas de dinero exageradas”, denunció.
Algunos
cobran alrededor de 300,000 ($560) sólo por cambiar el nombre y extra por cada
juicio.
“Las
que estamos aquí no lo hemos logrado; estamos luchando”, aseguró Fernández. “A
los 14 años decidí ser mujer y hasta los 20 que tengo ahora no he podido
llamarme como lo decidí: Pamela”.