Foto: Cortesía Producciones La Pecera y Ceibita Films |
Fabiola Pomareda / pomaredafabiola@gmail.com
Este artículo fue publicado originalmente en The Tico Times:
‘El Codo del Diablo’ forces viewers to rethink narrative of Costa Rica’s democratic past
El recientemente estrenado documental histórico costarricense El Codo del Diablo, un viaje que revela parte de la historia oculta de Limón y los detalles de un terrible crimen que consternó a Costa Rica en 1948, fue premiado como mejor largometraje documental centroamericano, en el Festival Internacional de Cine en Centroamérica Ícaro.
El largometraje documental narra la historia de Setico,
un niño de 12 años que toma un tren desde Limón a San José en busca de su
padre, uno de seis prisioneros políticos que fueron asesinados en un siniestro
lugar por donde transcurría sinuoso el ferrocarril que comunicaba San José con
el Atlántico.
La noche del 19 de diciembre de 1948, seis presos
políticos de Limón fueron ejecutados a sangre fría por un grupo de militares en
ese punto conocido como el Codo del Diablo. El hecho se dio después de la Guerra
del 48, durante el gobierno de la Junta, dirigida por José Figueres Ferrer.
En ese momento los asesinos presentaron una débil
coartada y si bien el crimen se investigó y se condenó a quienes lo ejecutaron,
ninguno cumplió su condena. Todos fueron ayudados a escapar del país por las
autoridades y se ha sugerido que nunca se quiso investigar el papel que habrían
jugado altas personalidades políticas como Gonzalo Facio y Edgar Cardona.
El documental, dirigido por los hermanos Antonio y
Ernesto Jara, se centra en el drama humano que vivieron los familiares de las
víctimas, especialmente esposas e hijos, y quienes han preservado la memoria
histórica de estos hechos.
Aquí se puede ver el tráiler:
Trailer El Codo del Diablo from Ceibita Films on Vimeo.
e filmó en la ciudad de
Limón, en Cieneguita, Siquirres, Estrada y el puente sobre el río Matina y fue
producido Alejo Crisóstomo, Kattia
González, Clea Eppelin y Marcela Esquivel, entre otros.
del
Centro Cultural de España, el fondo Cinergia, el programa Proartes del Teatro
Melico Salazar y del programa Ibermedia.
A continuación un extracto de la entrevista con el
historiador Antonio Jara.
El historiador Antonio Jara, en las inmediaciones de la Universidad de Costa Rica (UCR). Foto: Fabiola Pomareda |
¿Por qué se dice que
es una historia oculta?
“Es una historia oculta en el sentido de que no forma parte
de lo que oficialmente se recuerda cuando nos hablan de los procesos que se vivieron en Costa Rica a mediados de
siglo, principalmente lo que fue la Guerra Civil.
Primero, la Guerra Civil es un proceso político complicado y
hay una visión a veces un poco simplista de lo que ahí estaba en juego. La
opinión pública lo ve como una guerra en la que se luchó por las elecciones y
una vez que acabó se estableció el sistema democrático y se abolió el ejército
y ya el país entró en una etapa de estabilidad. Y esto es un crimen que de
alguna manera cuestiona esa visión porque sucede ocho meses después de
terminada la guerra, cuando nominalmente el ejército no existía y tenemos un
caso de violencia política cometido por militares. Y no sólo es cometido por
militares sino que gran parte de su argumento de defensa es precisamente que
ellos son militares, estaban siguiendo órdenes, debían estar cubiertos por el
fuero militar y que una corte no los puede juzgar.
Ese primer elemento que como que no calza fue lo que primero
me llamó la atención del caso, antes de pensar en hacer un documental”.
¿Cómo llegó a esta
historia?
“Yo di con esta historia por primera vez con un trabajo
cuando estaba en la Maestría aquí en la Universidad, a partir del expediente
judicial. Entonces escribí un artículo. Eso fue hace muchos años y a partir de
ahí quedó el interés. Yo lo comentaba con mi hermano, que se dedica a hacer
videos, que yo creía que ahí había una buena historia para hacer algo más
audiovisual”.
¿Cómo fue el proceso
de encontrar a los familiares de las víctimas que compartieron su testimonio?
“De alguna manera la memoria oficial había borrado a estas
víctimas y la memoria de la izquierda militante los había convertido en un
símbolo de algo más colectivo. Pero todavía había un faltante. Las personas.
Estas seis personas que murieron. ¿Quiénes
eran? ¿Quiénes recordaban sus vidas?
¿De dónde venían? ¿Qué habían hecho?
Cuando empezamos el proceso de asesoría para el documental
con Everardo González, un documentalista mexicano que ha hecho unos trabajos
bien interesantes, él nos decía: 'Bueno, ustedes tienen que ir a buscar quiénes
son sus personajes. Quienes son los que pueden contar esta historia. Vayan a
Limón, ¿quién recuerda esto? ' y
empezamos a salirnos de los libros y de los documentos judiciales y a ir a los
lugares.
Nos encontramos primero con la familia de Octavio Saénz y
uno de ellos que tiene un programa de radio en Limón había entrevistado a
Federico Picado y dimos finalmente con Federico Picado y como es Costa Rica,
todo empieza a conectarse y al final la gente se conoce por muchas vías y
pudimos ubicar a descendientes de todas las victimas poco a poco. Hemos
encontrado familiares de todas las víctimas”.
¿En qué momento
sintió que esta era una historia que contarla a como diera lugar?
“Creo que cuando encontramos a los familiares, además de lo
que ellos nos podían hablar de sus papás, eran ellos mismos, sus voces, sus
rostros, gente que había guardado una experiencia que los marcó de niños y
hasta ahora sentía que la podía contar. De repente eso nos conmovía a nosotros
mismos y ojalá eso se transmita en el documental; y eso es lo que nos impulsó a
mostrarlo”.
¿Cuánto tiempo duró
el proceso?
“Hubo una investigación del
expediente judicial que yo hice hace años que nada más sembró ahí la
duda. Pero ya desde que empezamos a tratar de escribir este guión tienen que
ser ya casi tres años, desde los primeros intentos”.