Vendedores el 1 de Mayo, en San José. Fotos: Fabiola Pomareda |
Fabiola Pomareda
/ pomaredafabiola@gmail.com
¿Quién estaba en la calle ayer? No estaban las encargadas de mercadeo de las cámaras empresariales, ni tampoco los ingenieros que repudian a los “chancletudos”, ni mis vecinos, que jalaron a la playa pasadas las ocho de la mañana. Tampoco estaban los funcionarios que reciben sobresueldos en instituciones públicas. Ni aquellos convencidos de que viven en un universo paralelo, que no tiene absolutamente nada que ver con el resto de la gente en Costa Rica.
Por supuesto que en
la Marcha del Primero de Mayo de ayer tampoco estuvieron todas las
personas que tuvieron que entrar a trabajar temprano a los
supermercados, ni a las cocinas de los restaurantes que abrieron en
este día feriado.
Pero en la gran
manifestación que llenó la Avenida Segunda sí estuvieron muchos
que vinieron de zonas abandonadas de todo el país. Y caminaron
maestras, trabajadores de las cuadrillas municipales, trabajadores de
las bananeras, indígenas, jóvenes militantes de la Juventud
Vanguardia Popular, del Frente Amplio, del Partido de los
Trabajadores, empleados de la Caja, trabajadoras domésticas,
trabajadoras de comedores escolares, gente de población sexualmente
diversa, del movimiento ecologista, costarricenses que vinieron de
Guanacaste, de Siquirres, de Puriscal, de Sarapiquí.
Y muchos
trabajadores y trabajadoras que cada día sobreviven con menos.
¿Cómo
se puede seguir sobreviviendo en este país con un salario de 278,000
colones al mes? ¿Y pagar
la comida, el alquiler, la ropa y los zapatos para los hijos, los
pases del bus, la luz, el teléfono?
En los
comedores escolares
Las señoras y
muchachas que trabajan en comedores escolares vistieron camisetas
azules y se protegieron del sol con sus sombrillas. Vinieron de
Guatuso, Puriscal, San Marcos de Tarrazú, de la Zona Norte, de
Palmares y de San José Centro.
“Lo que nosotras
estamos pidiendo y por lo que hemos venido luchando por muchos años
es para que nos den el nombramiento, porque plaza que se cerraba
porque se pensionaba la compañera o se moría, se quedaba cerrada.
Hemos logrado 600 plazas en los últimos tres años”, dijo Rosario
Ruiz, secretaria general del Sindicato de Trabajadores de Comedores
Escolares y Afines (SITRACOME).
“Pero faltan
muchas cosas”, añadió Ruiz. “Falta el respeto a la compañera
en su lugar de trabajo porque las compañeras son agredidas, son
maltratadas. Tenemos dos grupos, las que están por el Ministerio de
Educación y otras por las Juntas de Educación y Administrativas,
que son más maltratadas todavía”.
Algunos abusos
laborales que viven estas mujeres son que las ponen a hacer cosas que
no les corresponde o las dejan trabajando horas de más todos los
días, o no les pagan seguro ni lo que deberían estar ganando en
realidad.
El salario base de
las trabajadoras de comedores escolares contratadas por el MEP es
278,000 colones, más las anualidades. Las que están contratadas por
las Juntas de Educación reciben un subsidio de 155,000 colones al
mes; pero según Ruiz las Juntas se aprovechan y de ahí les rebajan
seguro de salud, póliza de vida y aguinaldo. Actualmente el
sindicato -que agrupa a unas 1,200 trabajadoras- está negociando con
el Registro Civil y con el Ministerio de Trabajo para que nos hagan
una revisión salarial para ver por qué las trabajadoras de
comedores escolares.
Ana Patricia Selada Solís, quien se vino de Nicaragua hace ocho años. |
Migrantes
nicaragüenses
Mientras la multitud
caminó desde el Parque de La Merced hasta la Plaza de la Democracia,
los diputados estuvieron encuartelados en la Asamblea Legislativa,
eligiendo el directorio, la mayoría negociando el poder, la minoría
haciendo oposición digna; pero definitivamente no pendientes de lo
que pasaba en la calle.
Las trabajadoras
migrantes nicaragüenses
que vinieron de las comunidades
de Río Azul y Linda
Vista, llegaron
acompañadas de sus hijos y vistiendo trajes de baile típicos de
Nicaragua.
Ana Patricia Selada
Solís es oriunda del municipio de Tipitapa, Managua, y lleva ocho
años de vivir aquí. Para esta mujer el Primero de Mayo es
importante porque está convencida de que es de las pocas
oportunidades que tiene esta población para denunciar ante los
diputados los derechos laborales que aún no se garantizan a los
trabajadores migrantes.
“Creemos que
organizados podemos salir a la calle y creemos que hoy tenemos la
oportunidad para que el gobierno nos tome en cuenta”.
Según explicó
Selada, si bien los artículos transitorios de la Ley de Migración y
Extranjería permitieron la legalización de muchos nicaragüenses;
miles quedaron por fuera por diversos motivos.
“Necesitamos que
los diputados reformen la ley. Hay mucha gente nicaragüense
que trabaja, que tiene a su familia completa aquí y aún no pueden
tener una cédula de residencia.
La mujer obtuvo su
cédula de residencia por vínculo familiar, pues tiene un hijo
costarricenses de tres años. De esa forma arreglaron su situación
migratoria ella, su esposo y su hija de 18 años; pero no pudo
sacarle la cédula a su otro hijo de 10 años por falta de dinero.
“Es muy costoso.
Le pedimos a los diputados que bajen los costos, porque hay familias
muy numerosas, tal vez de siete u ocho personas y de esas siete tal
vez sólo dos pudieron documentarse. Es mucha plata”, expresó.
“Yo, por ejemplo,
soy trabajadora doméstica. Tengo un salario mínimo y con tres
hijos, uno de escuela, otro de colegio y otro de tres años y pagando
casa se nos hace difícil. Entonces le pedimos a los diputados que
bajen los costos para que las demás personas podamos tener acceso a
la documentación”, indicó Selada.
El costo del trámite
varía. La mujer pagó 130 dólares por arreglar sus papeles; pero su
hija de 18 años tuvo que pagar 550 dólares.
“Entonces es mucha
plata para nosotros los pobres”, afirmó.
Pablo Villalta Sandoval, de Naranjal de Río Viejo de Sarapiquí. |
De las
bananeras
Durante la marcha,
tres jóvenes de la Juventud del Frente Amplio realmente impactaron.
Llevaban sus rostros pintados de plateado y se movían como robots.
Una representaba a una trabajadora de un McDonalds, otra a una operadora telefónica de un call-center y otro
era un trabajador del campo con su equipo de fumigación.
Los trabajadores de
las bananeras y plantaciones piñeras también estuvieron
representados ayer.
Pablo Villalta
Sandoval, trabaja en una finca de Bandeco en Naranjal, Puerto Viejo
de Sarapiquí
“Estoy aquí por
la violación que hay a los derechos de los trabajadores bananeros y
piñeros. Los patronos nacionales y también transnacionales violan
nuestros derechos, no nos dan libertad sindical. Nuestros recursos
económicos día a día son menos en lugar de ser más, mientras que
los precios de la canasta básica suben”, denunció Villalta.
Entre los riesgos a
la salud que enfrentan el hombre contó que a veces hay fincas donde
mandan a trabajadores a zonas donde están haciendo fumigación
aérea, sin avisarles. Cando los jerarcas se dan cuenta lo que hacen
es botar al trabajador y al capataz no le hacen nada.
“En muchas
ocasiones muchos trabajadores trabajan nueve o diez horas diarias y
les pagan un salario insignificante, incluso por debajo de la hora, y
hay que estar peleando constantemente para que les paguen lo que les
deben. La gente que trabaja por periodo (sin estabilidad laboral, les
dan un periodo de prueba de 3 meses y medio) no pueden decir nada
porque si reclaman sus derechos los botan”, añadió.
Villalta y sus
compañeros siguieron bajando por la Avenida Segunda, llevando sol y
cargando su gran manta.
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