jueves, 11 de diciembre de 2014

La vida de una trabajadora, después del cierre de Cartex


Flor Marín Jiménez, en la cocina de su casa, en Quircot, Cartago. (Foto: Fabiola Pomareda)
 

Por Fabiola Pomareda / pomaredafabiola@gmail.com
Este artículo fue publicado originalmente en The Tico Times:

Flor Marín Jiménez tenía la sala de su casa llena de escarcha, fieltro y bolas de estereofón, con los que estaba fabricando decenas de adornos navideños que le encargaron de la escuela Guadalupe para la Fiesta de la Alegría. La mujer, de 36 años, vive en Quircot, de Cartago en una casa que comparte con su esposo, su tía y su primo y en este momento su única entrada es lo que le pagan por estas manualidades navideñas. Ella es una de las 1.250 trabajadores que fueron despedidas de la empresa textilera Hanes Brands Inc.

 

El pasado 7 de noviembre la empresa Hanes Brands Inc concretó el cierre de sus operaciones en Costa Rica. Esto significó el cierre de las plantas Cartex Manufacturera Gretex, en Grecia, y Cartex Manufactura Cartago, después de 28 años de producir ropa interior masculina en el país.

Los 1.250 trabajadores dejaron gran parte de su vida en estas plantas y la mayoría de los afectados son mujeres jefas de hogar y personas jóvenes.

 

Marín entró a trabajar a Cartex el 4 de junio del 2004 y durante 10 años cosió “boxers” (calzoncillos). Antes de eso trabajó en una empresa empacadora de palmito y luego en la textilera Bali, donde cosía brassiers. Fue por su experiencia como costurera que inmediatamente fue contratada en Cartex, contó.

 

La empresa, ubicada en el Parque Industrial de Cartago, ocupaba ocho naves, con aproximadamente 200 máquinas de coser en cada una, describió Marín.

“La mayoría éramos mujeres, madres solteras, jefas de hogar, de 18 años para arriba”, dijo.

Cumpliendo un horario de lunes a viernes, de 7 am a 5pm, Marín ganaba el salario mínimo de ¢52,000 a la semana. De ahí le rebajaban seguro, invalidez vejez y muerte, capitalización, y le quedaban aproximadamente ¢45,000 libres a la semana (unos $337 por mes). Pero si un trabajador sacaba más producción del mínimo que les exigían, recibía un incentivo monetario.

En septiembre la compañía Hanes Brands Inc. anunció que cerraría nueve plantas en cinco países y que recortaría el 12% de su fuerza laboral, ya que iba a reestructurar sus operaciones. En total eliminó 8.100 puestos de trabajo en Estados Unidos y Centroamérica (El Salvador, Honduras y Costa Rica), al tiempo que planeaba agregar 2.000 puestos en Asia.  

En Costa Rica la empresa informó de los cierres y explicó que se mudarían a Asia para reducir sus costos de producción, ya que los proveedores de telas se encontraban en China.

Los 1.250 trabajadores fueron despedidos con todos los derechos legales (liquidación, vacaciones y una bonificación extra para que se mantuvieran un tiempo mientras encontraban otro trabajo). Sin embargo, la situación económica es difícil y más aún para una trabajadora como Marín, quien enfrenta una lesión producto de su trabajo en la textilera.

La mujer contó que al principio hacía sólo una operación, que era el trasero del “bóxer”. Después de dos años hacía también el tiro del “bóxer”. Entonces hacía las dos operaciones, a veces medio día una y medio día la otra. En el 2010 la reentrenaron y fue multiuso o lo que llaman “multifuncional”.

 

 

Fue cuando me empecé a enfermar del hombro, debido a ese cambio que hacían conmigo, que me ponían en las dos operaciones”, contó Marín.

“Tal vez yo estaba medio día en una operación y me tocaban el hombro y me decían 'vaya y haga la otra' y yo tenía que ir, diay era mi trabajo. Ya me habían reentrenado para esa operación; pero no me daban la ergonomía en las máquinas. Yo me sentaba en cualquier máquina. Podían haber máquinas de un tamaño, más grandes que yo y aún así tenía que sentarme”, explicó la trabajadora.

“Yo tenía que amoldar el cuerpo mío a la máquina, con los pies guindando, porque yo trabajaba como jorobada por la máquina. El folder, donde uno mete la tela, estaba al final. Entonces yo tenía que inclinarme. Hay veces me tocaba ahí ocho horas (…) Era demasiado el esfuerzo que yo tenía que hacer y la cambiadera de cuerpo y de posición y las máquinas era totalmente diferente”, indicó la mujer.

Y continuó: “Ahí, vea, yo no aguantaba ni la espalda ni el hombro. Pero ya en la noche, vea, yo me ponía a llorar del dolor del lado izquierdo. Pero ya grave grave, que yo decía 'lo que me va a dar es un infarto', porque yo no aguantaba el pecho ni la paleta [omoplato]”.

“Había otras muchachas igual que yo y más de una se fue porque aguantaron mucho pero no aguantaron como aguanté yo”, se lamentó.

Marín explicó que ya para el 2012 constantemente la cambiaban de una operación a otra y, por lo tanto, de una máquina otra constantemente. “Ya fue cuando me agarraron de su changuito, que vaya aquí, que vaya allá”, dijo.

Fue en ese momento cuando la mujer ya no soportó más el dolor y asistió a una Feria de la Salud, donde pagó para que le hicieran un ultrasonido. Luego acudió al médico de la empresa a contarle de su padecimiento y enseñarle el ultrasonido; posteriormente la remitieron al Instituto Nacional de Seguros (INS). Ahí le dijeron que la iban a incapacitar por 15 días y a hacer otro ultrasonido. Marín fue diagnosticada con bursitis (hinchazón e irritación de un saco lleno de líquido que actúa como amortiguador entre los músculos, los tendones y los huesos) e inflamación del tendón supraespinoso.

“[La doctora ] dijo que yo ya no podía coser más”, afirmó Marín.

En agosto de este año el INS envió una carta a la empresa solicitando la reubicación de la trabajadora. La compañía decidió estudiarla. Marín duró alrededor de tres meses incapacitada.

“Cuando regresé de la incapacidad decidieron despedirme porque según ellos ya no les servía, porque según ellos ya no tenían espacio para mí”, relató.

Marín fue despedida el 26 de agosto. Una semana después anunciaron el cierre de la empresa.

Actualmente Cartex Manufactura cerró sus puertas para siempre en el Parque Industrial de Cartago. Las trabajadoras despedidas buscan empleo donde sea para poder mantener a sus familias. Marín también; sin embargo, al mismo tiempo tiene que lidiar con su lesión, la terapia, los medicamentos y ver si le corresponde una posible indemnización por este daño físico que fue causado mientras trabajaba en la textilera.

Marín recibe un tratamiento que consiste en que le infiltran el brazo; es decir, le introducen una aguja hasta el hueso para inyectarle líquido regenerativo. Su próxima infiltración será en febrero. También está recibiendo terapia física en el INS de Cartago y debe tomar celebra (antiinflamatorio) y amitriptilina. En este momento está a la espera de que cierren su caso en el INS.

“Igual, yo no espero mucho de eso, porque eso es dependiendo, si usted queda ya inválido, ya ellos estudian mucho el caso y ven qué pueden hacer por usted pero en el caso mío, que yo todavía tengo el brazo, que lo puedo mover, es mínimo lo que le van a dar a uno allí”, explicó refiriéndose a una posible indemnización.

“Yo lo que hago es seguir, porque diay, hay que seguir, al menos yo aquí hago la comida, hago oficio, todo lo normal que hace una mujer”, expresó.

Marín está buscando empleo haciendo labores domésticas. Hace años sacó un curso de computación y otro de manipulación de alimentos en el INA. Ahora piensa sacar uno de repostería. “A mí me gusta mucho cocinar; es lo que más me gusta”, afirmó.

Al preguntarle ¿Qué le dejó su trabajo en Cartex? Responde: “Vea, yo no puedo ofender a dios ni nada. Ahí se ganaba con el esfuerzo suyo y yo siempre me esforcé mucho por hacer más del cien, por ganar un poquitito más porque mi sueño siempre fue tener casa”.

 

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