miércoles, 14 de marzo de 2018

Las pintadas del 8M sí son un síntoma del mal-estar

Foto tomada en Barrio Luján, el 9 de marzo de 2018. Foto: Henry Picado Cerdas
Fabiola Pomareda García (*)

-Opinión-

El intento de criminalización de las personas que rayaron las paredes en San José después de la Marcha del 8M y la complicidad de los medios de comunicación, no pueden esconder el enorme malestar de miles de personas de este país. Porque al final de cuentas, el grafiti seguirá estando vivo en medio de esta democracia controlada y vigilante.

Como se sabe, el 8 de marzo las paredes de las iglesias de Nuestra Señora de La Merced, La Soledad, Nuestra Señora de Barrio Luján, la Catedral Metropolitana, y el Museo Nacional fueron pintadas con mensajes claros y directos, como “Educación sexual ya”, “Iglesia machista y sexista”, “Estado laico ya”, “Picha violadora a la licuadora”, y “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”, entre varios otros.

Esto desató una reacción, no sólo de condena hacia los grafitis desde el Gobierno, redes sociales y prensa, hacia estas pintadas, sino una criminalización de las personas que lo hicieron.

Yo me pregunto: ¿En qué país viven?, ¿desde cuándo sufren demencia y ¿por qué el escándalo?

El grafiti fue, es y seguirá siendo ira popular e insultos, si así se desea. Recuerdo en los 90s ver tantísimas paredes de la capital rayadas. “Prensa vendida”, “Jueces narcos”, “Alto al terrorismo de Estado”, “Nadie cumple, vote por Nadie” y “Seremos libres” y todas las condenas durante el gobierno de José María Figueres (1990-1994) como “Figueres-Calderón, la misma cuecha son” y el de Miguel Ángel Rodríguez (1994-1998). Ataques, insultos, y mucha poesía también.
Vinieron luego los años del Combo del ICE en el del 2000; las pintas del NO al TLC en el 2007 y las que estaban contra la Ley del Fotocopiado en el 2012.

Siempre va a seguir siendo así. Se trata de revelar una disconformidad con el poder y por eso están y se hacen en el lugar donde el poder opera, porque si no, ¿cuál es el sentido?

El Gobierno sacó un comunicado en el que condenaba “los actos vandálicos cometidos contra varias iglesias católicas y otros edificios que son patrimonio histórico nacional”. “Tales actos son inaceptables en un país que defiende el respeto a todas las opiniones y creencias; especialmente en momentos en que debe prevalecer la unidad nacional y la reflexión sensata acerca del futuro de la nación”.

Perdón; pero no estoy de acuerdo. Si fuera así, no tendríamos por qué estar escuchando mensajes de discriminación hacia las personas gays y de la diversidad sexual en general, desde las radioemisoras evangélicas.

Además, ¿Qué quieren? ¿Que la gente sólo siga rayando sus muritos de Facebook con fondos de pantalla de colores? Eso es parte de lo que ha venido pasando, que la gente se ha tragado entero el cuento de que ejercen y viven en una democracia partiticipativa porque opinan en redes o sociales, o lo que es peor, creen que protestan o se manifiestan en contra de algo sólo porque lo ponen en el estado de su perfil de Facebook. Ya sabemos que eso no es más que una plataforma de domesticación.

Si la gente quiere rayar paredes y está dispuesta a comerse la bronca, o a ejercer un voto nulo de protesta consciente porque de veras cree que es una farsa tener que escoger entre el menos peor, o si tiene la valentía de vestirse de criada para hacer una demostración en las calles a vivo y a todo color de las amenazas de los fundamentalismos religiosos, o si  no le da vergüenza desnudarse y ensangrentarse las piernas envuelta en una bolsa de plástico negro para denunciar los femicidios, pues que lo hagan.

Ahora resulta que un amplio sector de la sociedad y medios de comunicación están inconsolables por la destrucción de patrimonio nacional. Pero yo no los vi denunciando la misma destrucción de patrimonio nacional por parte del estado y de los grupos corporativos, cuando se han demolido o abandonado a su suerte otros edificios de gran riqueza histórica y cultural.

Un periódico de circulación nacional publicó un editorial titulado “Vandalismo irresponsable”, donde dice: “Los vándalos lesionaron la fe y la cultura para no mencionar la propiedad, pero también exacerbaron las tensiones de un momento político delicado”. Continúa: “Los lemas pintados en las iglesias del centro de San José son una expresión inequívoca de intolerancia religiosa y una agresión contra los católicos".

Pero para terminar, el editorial cierra diciendo que “la semilla que siembra (esta gente de las pintadas supuestamente), está envenenada y no se puede permitir su germinación”.

¿No suena esto a un llamado  exterminador?

En general, creo que todos estos son intentos por opacar la Marcha del 8M y por querer hacer ver los grafitis como hechos aislados de personas “vándalas”, cuando en realidad son acciones feministas contra el sistema capitalista patriarcal, en defensa de los derechos de las mujeres y en contra del fundamentalismo religioso.

Si las pintadas aparecen en las paredes es por algo. No traten de esconderlo bajo el tapete, igual que la homofobia y la discriminacion, o el odio de clase camuflado. No traten de medicarlo. No traten de fingir que seguimos en un país de paz pura vida de democracia participativa que esta mejor que el resto de Centroamérica, porque todo esto es síntoma del mal-estar popular acumulado de años.

 (*) Periodista. Trabaja en la Asociación Voces Nuestras, Centro de Comunicación Educativa, en San José, Costa Rica. Correo: pomaredafabiola@gmail.com

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