sábado, 2 de mayo de 2015

1° de Mayo: A toda esa gente que cada día sobrevive con menos


Vendedores el 1 de Mayo, en San José. Fotos: Fabiola Pomareda

Fabiola Pomareda / pomaredafabiola@gmail.com


¿Quién estaba en la calle ayer? No estaban las encargadas de mercadeo de las cámaras empresariales, ni tampoco los ingenieros que repudian a los “chancletudos”, ni mis vecinos, que jalaron a la playa pasadas las ocho de la mañana. Tampoco estaban los funcionarios que reciben sobresueldos en instituciones públicas. Ni aquellos convencidos de que viven en un universo paralelo, que no tiene absolutamente nada que ver con el resto de la gente en Costa Rica.

Por supuesto que en la Marcha del Primero de Mayo de ayer tampoco estuvieron todas las personas que tuvieron que entrar a trabajar temprano a los supermercados, ni a las cocinas de los restaurantes que abrieron en este día feriado.

Pero en la gran manifestación que llenó la Avenida Segunda sí estuvieron muchos que vinieron de zonas abandonadas de todo el país. Y caminaron maestras, trabajadores de las cuadrillas municipales, trabajadores de las bananeras, indígenas, jóvenes militantes de la Juventud Vanguardia Popular, del Frente Amplio, del Partido de los Trabajadores, empleados de la Caja, trabajadoras domésticas, trabajadoras de comedores escolares, gente de población sexualmente diversa, del movimiento ecologista, costarricenses que vinieron de Guanacaste, de Siquirres, de Puriscal, de Sarapiquí.

Y muchos trabajadores y trabajadoras que cada día sobreviven con menos.

¿Cómo se puede seguir sobreviviendo en este país con un salario de 278,000 colones al mes? ¿Y pagar la comida, el alquiler, la ropa y los zapatos para los hijos, los pases del bus, la luz, el teléfono?



En los comedores escolares

Las señoras y muchachas que trabajan en comedores escolares vistieron camisetas azules y se protegieron del sol con sus sombrillas. Vinieron de Guatuso, Puriscal, San Marcos de Tarrazú, de la Zona Norte, de Palmares y de San José Centro.

“Lo que nosotras estamos pidiendo y por lo que hemos venido luchando por muchos años es para que nos den el nombramiento, porque plaza que se cerraba porque se pensionaba la compañera o se moría, se quedaba cerrada. Hemos logrado 600 plazas en los últimos tres años”, dijo Rosario Ruiz, secretaria general del Sindicato de Trabajadores de Comedores Escolares y Afines (SITRACOME).

“Pero faltan muchas cosas”, añadió Ruiz. “Falta el respeto a la compañera en su lugar de trabajo porque las compañeras son agredidas, son maltratadas. Tenemos dos grupos, las que están por el Ministerio de Educación y otras por las Juntas de Educación y Administrativas, que son más maltratadas todavía”.

Algunos abusos laborales que viven estas mujeres son que las ponen a hacer cosas que no les corresponde o las dejan trabajando horas de más todos los días, o no les pagan seguro ni lo que deberían estar ganando en realidad.

El salario base de las trabajadoras de comedores escolares contratadas por el MEP es 278,000 colones, más las anualidades. Las que están contratadas por las Juntas de Educación reciben un subsidio de 155,000 colones al mes; pero según Ruiz las Juntas se aprovechan y de ahí les rebajan seguro de salud, póliza de vida y aguinaldo. Actualmente el sindicato -que agrupa a unas 1,200 trabajadoras- está negociando con el Registro Civil y con el Ministerio de Trabajo para que nos hagan una revisión salarial para ver por qué las trabajadoras de comedores escolares.

Ana Patricia Selada Solís, quien se vino de Nicaragua hace ocho años.


Migrantes nicaragüenses

Mientras la multitud caminó desde el Parque de La Merced hasta la Plaza de la Democracia, los diputados estuvieron encuartelados en la Asamblea Legislativa, eligiendo el directorio, la mayoría negociando el poder, la minoría haciendo oposición digna; pero definitivamente no pendientes de lo que pasaba en la calle.

Las trabajadoras migrantes nicaragüenses que vinieron de las comunidades de Río Azul y Linda Vista, llegaron acompañadas de sus hijos y vistiendo trajes de baile típicos de Nicaragua.

Ana Patricia Selada Solís es oriunda del municipio de Tipitapa, Managua, y lleva ocho años de vivir aquí. Para esta mujer el Primero de Mayo es importante porque está convencida de que es de las pocas oportunidades que tiene esta población para denunciar ante los diputados los derechos laborales que aún no se garantizan a los trabajadores migrantes.

“Creemos que organizados podemos salir a la calle y creemos que hoy tenemos la oportunidad para que el gobierno nos tome en cuenta”.

Según explicó Selada, si bien los artículos transitorios de la Ley de Migración y Extranjería permitieron la legalización de muchos nicaragüenses; miles quedaron por fuera por diversos motivos.

“Necesitamos que los diputados reformen la ley. Hay mucha gente nicaragüense que trabaja, que tiene a su familia completa aquí y aún no pueden tener una cédula de residencia.

La mujer obtuvo su cédula de residencia por vínculo familiar, pues tiene un hijo costarricenses de tres años. De esa forma arreglaron su situación migratoria ella, su esposo y su hija de 18 años; pero no pudo sacarle la cédula a su otro hijo de 10 años por falta de dinero.

“Es muy costoso. Le pedimos a los diputados que bajen los costos, porque hay familias muy numerosas, tal vez de siete u ocho personas y de esas siete tal vez sólo dos pudieron documentarse. Es mucha plata”, expresó.

“Yo, por ejemplo, soy trabajadora doméstica. Tengo un salario mínimo y con tres hijos, uno de escuela, otro de colegio y otro de tres años y pagando casa se nos hace difícil. Entonces le pedimos a los diputados que bajen los costos para que las demás personas podamos tener acceso a la documentación”, indicó Selada.

El costo del trámite varía. La mujer pagó 130 dólares por arreglar sus papeles; pero su hija de 18 años tuvo que pagar 550 dólares.

“Entonces es mucha plata para nosotros los pobres”, afirmó.

Pablo Villalta Sandoval, de Naranjal de Río Viejo de Sarapiquí.


De las bananeras

Durante la marcha, tres jóvenes de la Juventud del Frente Amplio realmente impactaron. Llevaban sus rostros pintados de plateado y se movían como robots. Una representaba a una trabajadora de un McDonalds, otra a una operadora telefónica de un call-center y otro era un trabajador del campo con su equipo de fumigación.

Los trabajadores de las bananeras y plantaciones piñeras también estuvieron representados ayer.

Pablo Villalta Sandoval, trabaja en una finca de Bandeco en Naranjal, Puerto Viejo de Sarapiquí

“Estoy aquí por la violación que hay a los derechos de los trabajadores bananeros y piñeros. Los patronos nacionales y también transnacionales violan nuestros derechos, no nos dan libertad sindical. Nuestros recursos económicos día a día son menos en lugar de ser más, mientras que los precios de la canasta básica suben”, denunció Villalta.

Entre los riesgos a la salud que enfrentan el hombre contó que a veces hay fincas donde mandan a trabajadores a zonas donde están haciendo fumigación aérea, sin avisarles. Cando los jerarcas se dan cuenta lo que hacen es botar al trabajador y al capataz no le hacen nada.

“En muchas ocasiones muchos trabajadores trabajan nueve o diez horas diarias y les pagan un salario insignificante, incluso por debajo de la hora, y hay que estar peleando constantemente para que les paguen lo que les deben. La gente que trabaja por periodo (sin estabilidad laboral, les dan un periodo de prueba de 3 meses y medio) no pueden decir nada porque si reclaman sus derechos los botan”, añadió.

Villalta y sus compañeros siguieron bajando por la Avenida Segunda, llevando sol y cargando su gran manta.
 








 

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